viernes, 26 de junio de 2009

ANTIGUOS BARCOS DE PAPEL (autor. Jorge L. SOSA)

No sé porqué causa me llamó la fuente.
Tal vez porque pasaba por la plaza,
simplemente pasaba,
sin detenerle un paso a mi total urgencia,
asumiendo rutinas, malgastando distancias.
Me llamó con las voces pequeñitas del agua
como una vieja amiga,
pronunciando mi nombre
desde mi antigua infancia.
Pero fue suficiente,
el llamado modesto y tal vez impreciso,
me bajó de mi mundo y me cambió las ganas.
Y aquí estoy
con mi cara de adulta reflejada,
conversando conmigo,
conmigo y con la fuente,
en un idioma tierno
que por ser del recuerdo
no precisa palabras.
Yo fui niño en tu entorno,
también fueron mis alas
las que revolotearon tu espejo de universo.
Mi alas pequeñitas
de paloma torcaza.
Yo fue el que me acercaba
con cuatro primaveras
a fabricar con piedras
tus anillitos de agua.
Yo fui el que por las tardes
de algún verano lejos
zambullía mi antojo
y nadaba a tus anchas..
Hoy soy...
perdón amiga,
no quiero entristecerte.
Prefiero que recuerdes
a aquel niño sonriente
antes de contagiarte
mi seriedad amarga.
Prefiero que recuerdes
a aquel que armaba barcos
con papeles de diario
y navegaba a solas
el mar de la esperanza.

CON EL TIEMPO SE APRENDE (autor: Jorge L. SOSA)

Con el tiempo se aprende a valorar el tiempo
a encontrarle sentido al silencio y las pausas,
a buscar los rincones donde la paz permite
que uno se quede quieto viendo pasar recuerdos.
Con el tiempo se aprende:
el vino es más sabroso si se bebe sin sed,
paladeándolo en sorbos
espaciados y lentos.
Con el tiempo se aprende que todos los paisajes
guardan algún mensaje,
tienen algún secreto,
y que están esperando que pasen los que pasan
para contarle todo a quien quedó al acecho.
El tiempo nos enseña
que el mejor de los libros
es el que compartimos con los buenos amigos,
no importa cuántos sean
si sus nombres importan.
A veces ese amigo
que se llama silencio.
Con el tiempo se aprende
que el amor no sabe
alcanzar el amor
es un amor pequeño.
Con el tiempo se sabe.
Tan sólo con el tiempo. Los Duendes
Los duendes no se esconden,
no saben esconderse,
no podrían hacerlo.
Son dueños de las luces, los ojos, las sonrisas.
Son solcitos de noche,
semillas de infinito
que amanecen de ocaso y se acuestan al alba,
cuando el amor se queda a soñar con amor.
Después vienen los otros,
los duendes de los días,
después vienen los niños.
Ocurre que tanto
ser serios y ser tristes,
adustos y formales hasta en el optimismo,
nos vamos olvidando de ver y no los vemos,
nos vamos olvidando de ser y no sentimos
nos vamos olvidando de la piel vibradora,
la lágrimas que salta, (vidrierita del alma),
el beso y el abrazo,
el silencio con vuelo,
el grito que se escapa de tanto ser suspiro,
la locura del verso
y el canto primitivo.
Nos vamos olvidando
de ser nosotros mismos.
Los duendes no se esconden.
El asunto es sencillo:
no sabemos hallarlos,
nos cuesta la inocencia,
nos fallan los sentidos.
Pero están,
están todos:
el duende de la magia (el que arrastra la luna),
el duende de los cantos (el que afina los grillos),
el del amor travieso,
el del agua y las flores,
el viajero del viento (señor de los molinos),
el que cuenta los cuentos,
el que alienta los miedos,
el que baila en el vino,
el que inventa los hijos.
Están
y nos esperan.
Dicen algunos locos, soñadores, poetas,
que algunos pocos locos, soñadores, poetas,
han logrado reunirlos.

A LA ESTACION DEL OLVIDO

Ya no me sirve de consuelo el saber que vas diciendo por ahí que me querés, que fui lo mejor, que... muchas cosas más que ya olvidé.
No me sirve el saber que te ame tanto y de tal manera como jamás podrás imaginar, ahora todo quedó atras como otro recuerdo, un tanto doloroso, triste... ahora intento imponerme el olvido silenciando tu nombre; aunque, no puedo volver la mirada hacia atras sin recordar tu manera de amar, lo poco que duró tu amor y mi alegría, los muchos días que necesité tu voz y quise estar a tu lado...
Ya no me sirve saber que contigo aprendí a ser mujer de veras, que jamás creí amar a nadie y con tanta intensidad, sin importarme el qué dirán, sin importarme el mañana... porque contigo aprendí que el presente debía vivirlo tal cual fuese, sin mirar atrás.
Ahora que te he visto después de mucho tiempo, caminando del brazo de otra persona, ahora que a tu cinismo lo conocí en ese rostro que tanto quise, que en el saludo se te dibujó una sonrisa hipócrita; con algo de orgullo pude responderte de igual manera y debo confesarte que quise hacerte daño, por Dios que lo intenté, pero todo fue tan rápido que tu paso y tu pareja no me dieron tiempo; y fue mejor. Me escude detrás de mi cobardía diciendo que no valía la pena... dejé pasar el tiempo para no llamarte con voz irónica, para mostrarte que no me importaba, y cuando quise hacerlo, ya no era el tiempo...; ¡si me moría de pena, si me pareció ser un árbol muriendo de pié, si tuve el impulso de dañarte, de hacerte mal, de tirarte la hipócrita carta en la que me decías que sin mí no vivías, en donde maldecías mi cariño por haberse refugiado en tu piel... pero si no podía verte del brazo de otra mujer que no fuese yo, y te maldije una y mil veces por haberte amado como nunca, como a nadie...!
No, no soy la displiciente mujer que lo da todo por el ser amado, sí, la que vive por y para él, sin concesión, sin compartir con nadie a ese hombre como no quise ser compartida con nadie más, sólo él, sólo vos... que seguís punzando muy dentro, aunque no te nombre, aunque prefiera no verte nunca más, aunque me engañe al silenciar tus palabras que se han grabado en mi piel, tratando de olvidar que tantas cosas fueron las que me unieron a ti, que muchos fueron los momentos irreproducibles que viví a tu lado...
Estoy buscando un atajo para llegar a la estación del olvido, necesito encontrar la mortaja de tus recuerdos, de tus pequeñas ternuras, y de esta sensación amarga que intento evadir de mi piel; el contacto de tus manos, la dulzura de tus besos... porque me costará mucho volver a empezar nuevamente, porque regresé a nuestros café eternos, meses atrás cuando aún el cariño era nuevo, cuando un día de lluvia estrenamos un sueño; uno, que ambos tendremos presente y tal vez realicemos, algún día, pero solos...

domingo, 21 de junio de 2009

CARTA A POLDY BIRD

Terminé de releer hoy las páginas de tu libro P:B:, ése, al que le pusiste..."PARA LEER SIN RIMMEL" y hubo un cuento en especial que hizo que me sintiera muy parecida a vos; por aquella niña que fuiste, tratando de hacer durar empecinada un helado rosado, por aquella hermosa pero triste criatura que se inventaba una mamá que aún vive porque va en tu recuerdo y un padre amoroso que hiciera menos triste tu infancia.

También sentí pena. Como vos, yo no me resigno a la muerte, como vos perdí a uno de mis seres, sólo que no tengo recuerdos y entonces comencé a fabricar algunos. Mi padre, sabés?, él quería vivir, era uno entre tantos seres que adoraba la libertad y el viento, pintaba y amaba, por sobre todo, amaba.

De chiquita cada vez que en el colegio primario nos daban para hacer una redacción y por tema: "Mi papá", yo no tenía mucho que escribir; a veces (muchas veces) me ponía a llorar y entonces las dulces maestras que conocían la historia venían a consolar un llanto gris que desdibujaba mi infancia, venían a consolar a alguien que ese empecinaba como vos, en hacer durar en el recuerdo a su padre muerto.

Lloro, lloro por vos mi querida Poldy y por mí. Alguna vez me erigí en el/la defensor/a de las "mujeres de la casa" que eran mi madre y mi hermana, al faltar Joaquín (así se llamaba) tenía derecho a ostentar el título del varón, del hombre de la casa y me vestía imaginariamente los pantalones de papá.

Sabés por qué digo que siento pena por vos?. Porque te siento niña y desamparada, porque tu padre no hizo más linda tu infancia, porque tal vez si lo pensás mejor, quizás puedas convencer a la nena del helado que él nunca le demostró lo que realmente sentía y también podía sentirse solo y desamparado sin tu mamá.

Tuve y tengo la gracia de poseér un ángel por madre que hizo que el recuerdo siga siendo fuego ardiente dentro mío, conservamos el secreto de traerlo a la tierra de vez en cuando para que no se sienta tan solo allá, donde habitan los que no regresan más y entonces mi padre va de paseo con las dos y recreamos en la intimidad sus malos humores, sus ganas, sus desalientos, todo lo que era suyo y fue poco a poco siendo nuestro. El ángel de mi madre, me recuerda noche a noche, cuando el sueño está casi por vencerme que debo rezar por él, que debo rezar...

Ella hizo que amara todo lo que fui conociendo con la avidéz que se siente en la niñéz, que caminara por los senderos del tiempo con menos dolor, con menos tristeza, con menos llanto... Sé que nunca asumiré la muerte de aquél que inconcientemente fue oxigenando mi vida, con cada paso, con cada estirón. Él duerme cerca mío, es una sombra cálida que me envuelve y que mi madre aprecia cuando me dice que soy muy parecida a él, porque adquirí sus gustos y su carácter... también sus rebeldías.

La gente a la que se ama profundamente jamás muere del todo, nosotros soplamos cálidas burbujas de vida a sus recuerdos para que estén menos lejos y más vivos; menos solos y más nuestros.

Ya ves P.B., que somos muy parecidas pero la diferencia entre nos radica en que a tu padre lo siguió un ángel cargado de ternura que nunca pudo alcanzarlo y te dejó en consecuencia más huérfana de amor que a mi.

Ahora, yo me siento un poco culpable por contarte que a pesar del espacio vacío, mi madre, un ángel que hace mucho anda por la tierra, se encargó personalmente de llenar ese vacío con el amor, la ternura y la bondad de los dos, lo hizo por él y por ella a la vez.

Puede ser que convenzas, con esa ternura que adquiriste con el tiempo, a esa chiquilla que sólo se parece vos cuando eras una nena...

TERCER DOMINGO

Cada vez que me sorprende un tercer domingo de Junio, vuelvo a pensar con más intensidad en vos y me olvido de mi decisión de no recordarte con pena; no puedo, me gana la nostalgia...

Me gana la nostalgia y el recuerdo de una nena que lloraba sobre una cama para ella inmensa, abrazada a tus pinturas, a un pedacito tuyo.

Esa nena, cada Día del Padre le entregaba tristemente un regalo al abuelo, cuando quería entregártelo a vos, para ver tu cara de sorpresa y para recibir tu beso.

Ahora ya no soy esa nena triste, soy una mujer triste que recuerda una vida sin vos, que no se acostumbra a la idea de no tenerte.
A veces creo verte en un camino en penumbras, entre la niebla, te tiendo las manos y vos te vas, te alejás cada vez más.

Necesitaba..., necesito tenerte a pesar de saber que la muerte es la gran barrera que no devuelve lo que se lleva, jamás da y sí, en cambio quita; me quitó tu presencia, tus ganas de ser un hombre común para los demás pero especial para esta familia que creaste.

Me devolvió sólo una cosa... una tumba de lechosa cal que de chica visitaba, me devolvió la ausencia de tus pasos, de tus ojos.
Sabés?, necesito de tus manos, esas manos que servían para acariciar y pintar, que no sabían dar castigos, necesito de tus manos que aprieten fuerte a esta mujer llena de niebla.

Hubiera preferido pelearme con vos para volverme a reconciliar y así tener ese abrazo que no pudiste darme nunca, preferiría tu severidad, tu castigo y tu perdón, a esta ausencia de todo, hasta de recuerdos... porque vos y yo no nos encontramos nunca, la muerte te cerró el camino de la luz y yo aún estaba en la tibia penumbra del vientre de mi madre; al menos tuve el consuelo de una foto tuya... soy bastante parecida a vos... me decía de chica, y ahora que crecí más aún, ya no tanto el rostro sino por dentro.

Quise ser un integrante más de tu tierna locura por cada cosa.
Quise construirme una imágen tuya con los retacitos que me fueron dando los que te conocieron, los que por poco tiempo, hicieron parte del camino junto a vos. Esta mujer que intenta seguir creciendo, acostumbrarse a estar sola, aprendió a llevarte con ella a casi todas partes y resolvió que debías ir al cine, a la playa, a las plazas, como lo hubieras querido también vos.

Aún me cuesta reconocer a solas que no volverás, que no podré tener un sólo momento compartido, que ni pena ni alegría será juntos, que ni aromas ni campos sentiremos de a dos, que nada más habrá, sólo una herencia de ternura, pinturas, bohemia y silencio.

Siempre necesitaré más a pesar de saber que no hay regreso; siempre volveré a tus pinturas cuando me sienta sola y sin vos, volveré a escribirte y contarle cosas al viento para que sea el medio de tenernos juntos.

Seguiré siendo la loca que habla con la pared o que murmura cosas sin sentido, los demás no saben que hablo con vos.
Puede ser que sea loca pero al menos es mi manera de no sentirte tan lejano, es mi forma de que esa imagen tuya no desaparezca para siempre...