domingo, 19 de abril de 2009

Un enanito tirano

Con cada paso de enanito jardinero que fuiste dando en este tiempo, fui aprendiendo al ritmo tuyo a conocer tu tierno mundo. Todo lo tuyo es pequeño, tan chiquito como tu cuerpo, como tus pasos y tus manos que todo lo quieren, todo lo desean abarcar; al principio inspeccionando, tomando luego y después de cierto tiempo, como todo a tu edad, deja de interesar.

Me he dado cuenta que en tu tiempo de jugar, de querer y no querer, habita un pequeño tirano, un diminuto enanito que, con caras y morisquetas de infinita ternura, nos va dictando a nosotros, "los grandes", cómo quieres que te quieran, cómo comprarnos cuando a ti se te dé la gana...

Te observo y termino por comprender que debo aprenderme todo de nuevo, repasar contigo una infancia, tal vez distinta pero hermosa, comprendo poco a poco tu deseo de quererlo todo, de tenerlo todo.

Tu nos has domesticado, como el Principito al Zorro, poco a poco te fuiste metiendo en nuestra piel para ya no salir de ella, te adheriste tan profundo que nada puede reemplazar tus artisteadas, tus poses que sabés, causan la sonrisa de todos. Nos domesticaste. Ya ves que estoy escribiéndole a un tirano de pelo revuelto, rubio como el trigo; a un tirano que evita que lo olviden siquiera por un momento, que espera constantemente detrás de cada puerta para espiar la vida de "los grandes".

Al niño que eres hoy trataré de protegerlo de esos grandes a los que les cuesta sentir la voz de lo pequeño, al niño que llevan dentro...

Ahora que todavía eres frágil deseo por todos los medios que no te "rompas" por dentro cuando llegue el momento de crecer. Intentaré mil caminos para enseñarte lo mejor, lo bueno..., y luego, con el tiempo, seguramente serás tú quien me enseñe.


A mi ahijado Facundo

No hay comentarios:

Publicar un comentario