domingo, 19 de abril de 2009

Nebulosa del recuerdo

No te llamé pero estás aquí. Has venido caminándote el sendero pequeño de mi infancia sin vos...

Fuiste sonrisa de cartulina, alegría encerrada en un marco de madera. Fuiste lo que yo quiero ser, un poco bohemio, por momentos pintor, escritor a veces; desordenado, desprendido, amante de la vida... diste cuanto tuviste.

Pocas cosas olvidaste al partir... una fotografía, donde conocí tu risa y aprendí a ver en tus ojos chispitas que la cámara no tomó; unos pocos cuadros al óleo... allí supe de tu bohemia, de tu pureza, de tu fuerza, de tu gran amor por la naturaleza; y una semilla de la que no conociste más que sus primeros latidos, pedacito de tu risa, burbuja de vida recién oxigenada por el amor de un hombre y una simple mujer, portadora de esa vida.

Esa semilla germinó sin tus cuidados, una mañana de Abril rompió la cálida capa protectora, y nació para ver el mundo. Ahora ya crecida, tu semilla se convirtió en mujer y vuelve de vez en cuando a la infancia para recordarte, con esos retazos de tus cosas contadas por tus amigos, por esa mujer; amante, fiel, compañera, que me enseñó el valor de cada cosa y el lugar que ocupan dentro de mí.

Vuelvo a la infancia para recordar con tristeza que no estuviste, impaciente padre; esperando mi nacimiento en un hospital aquella mañana de Abril; no descubriste mi carita de beba llorona, ni las morisquetas que inventaba parada de puntas de pie frente a un espejo que tenía una nena igual a mí del otro lado; no dí mis primeros pasos hacia tí, debí conformarme con tener sólo las manos de mamá, una mujer triste que vestía ropas oscuras, y hasta hace tan poco...

Necesitaba que fuese en tus rodillas, precisamente en las tuyas, que me contaras cuentos e inventases juegos compartidos entre dos hasta que, cansada, me durmiera en tus brazos...

Crecí, maduré, ahora escribo, trabajo, intento pintar, juego a rebelarme... ya no tanto como antes, trato de comprender; muchas veces sentí que me faltó tu abrazo consolando mi llanto, pero otras tantas acallé mis grititos de rebelión hacia Dios.

Era injusto, no tenía que haberte llevado. Pero era inútil, Él necesitaba a alguien que le ayudara a pintar el arco iris y las puestas de sol...

Fantaseaba y poco a poco fui comprendiendo que ya no importa no conocer el calor de tus manos, labradoras de canteras, inspiradas para el óleo, dulces para la caricia... Me dejaste tantas cosas que te rehice dentro de mí, recompuse tu imágen rota y te saqué a pasear conmigo. Te llevé a las galerías de arte, compré palomitas de maíz para cuando compartíamos una salida al cine.. como ahora que, café de por medio, puedo hablarte con confianza, contarte de mi trabajo, confiarte mis pequeños secretos y pedirte en voz muy baja, para que nadie me crea loca al escuchar que, por favor papá Joaquin, me ayudes como hasta hoy a seguir viviendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario