domingo, 18 de octubre de 2009

La vida de María, mamá

A veces, la vida te juega malas pasadas y otras, te premia con alegrías...

Sabés, hombre o mujer que leés estas líneas?, te contaré de una muchacha campesina que tenía sueños tan lindos como ella...

María nació en un pueblito chiquito de Portugal, para ser más precisos, en San Bràs de Alportel, allá por el año '28. Trabajaba el campo para poder pagar y realizar su sueño de ser modista, una simple modista...

Un buen día conoció a Joaquín, muchacho trabajador y soñador, atractivo y bueno. Por aquel entonces los padres casaban a sus hijos, sacando partido de ello en una boda ventajosa y quizás infelíz...

Como te decía; Joaquín era querible y María lo amó. Ella pidió a su padre que consintiera el noviazgo de los dos, y por seis meses fue de buen grado aceptado, pero Don Manuel -su padre- había cambiado de parecer e hizo que cortaran relación y desde aquel día la vida, tanto para María como para Joaquín, fue una sucesión de penas...

Sólo podían verse a escondidas, y a hurtadillas confesarse su amor. María tuvo su primer gran desición, cuando cierto día, allá por el '49 Joaquin llorando le dijo que jamás la dejaría... Ellos no sabían que el tiempo y el destino se preparaban para separarlos...

María huyó de su casa y aceptó la protección de su abuelo, de donde no se iría hasta el día en que, cumplidos los 22, se casara con Joaquín un 14 de Octubre del '50.

Pasó el tiempo... Joaquín volvía del trabajo cansado y exhausto... y María, radiante María... le contó que pronto habría que pensar en pañales, escarpines, que deberían pensar en un nombre para cuando llegara el hijo.

Al diablo el cansancio y el agotamiento!, su linda María iba a tener un hijo... Los meses pasaron rápido, el dolor del parto, el llanto de una nueva vida, de una preciosa niña a la que llamarían Lidia, y allí donde se juntaron pena y alegría, se formó la idea de emigrar a Argentina.

Fue cosa de esperar cinco años y perder a otra hija, una hija que debió vivir y ser felíz, Marcelina... para hacer realidad ese sueño, el sueño de cruzar el horizonte.

Cuando llegaron con su hatillo de ropa, sueños y esperanzas; ya había un trabajo y un techo para ellos. Cuánto espacio, cuánto por hacer, cuánta felicidad... Joaquín logró comprarse una moto... y sabés?, la dicha acabó pronto. A un mes de tener "el sueño del hombre"; su propio sueño lo mata, le parte la médula en dos, le destroza el cuerpo; y mi pobre María esperaba a otro niño desde hacía tres meses.

Sí María, mi fuerte y luchadora María, quedaste sola en el mundo. Quién podrá reemplazar a Joaquín, el loco de Joaquín...? Cuanto dolor y noches de angustia pasaste entonces, qué soledad... Meses después, una fría mañana de Abril nació una niña, a la que llamarías Hodet.

Serviste en casa de unos primos para darles el pan y un techo a tus nenas chiquitas, luchabas cuerpo a cuerpo con la vida, deseabas tener tu casita.

Peso a peso, ladrillo a ladrillo, con tu sudor y tus lágrimas, ocho años más tarde la terminaste. Te sentiste tan felíz cuando por primera vez pernoctabas en TU CASA... Adivinaste un buen porvenir, hilvanaste sueños. Cuánta ilusión y brillo había en tus ojos aquel día, hasta creo que lloraste cuando tus hijas dormían, pues no hubiesen comprendido tus lágrimas; es que habías luchado tanto por tenerla...

Con ayuda de la familia y un poquito de aquí y un poquito de allá, instalaste una tienda humilde en el comedor y la gente conoció a ... Doña María, la modista. Porque valiéndote de la tienda, colocaste en la vidriera un cartelito pequeño que decía:

"Se recibe ropa"

" MODISTA"

Pasaron los años, el tiempo y la vida te dió un respiro. Tu hija mayor se casaba, y lo más importante, era felíz con el hombre que amaba. Jamás le pusiste trabas, sólo pedías para ella un hombre como aquel otro que acompañó tu camino, donde la muerte lo sorprendió.
Ahora quedaba la nena más pequeña, ella sería tu guía hasta que un día cuando creciese, otro ser se la llevara. Ahora sabías a ciencia cierta que debías esperar la gran noticia, aquella que años atrás le diste a Joaquín.

Un hijo siempre se espera con ansiedad pero más aún un nieto, y no fue mucho el tiempo que debiste esperar para saber que en nueve meses más tu hija sería ... mamá.

Un Julio lluvioso te descubrió abuela, una abuela jóven y trajinadora. Tus 43 años no importaban ahora, ni tus años de lucha porque en tu mente bailaban canciones de cuna antes cantadas, otra vez tenías en tus manos cálidas, pequeñas y dulces, el calor y la tibieza del cuerpecito de un bebé. Otra vez la vida te regaló el goce de la sonrisa tierna, de cambiar pañales y hacer de nuevo papilla y mamaderas.

Fabián, ojitos de cielo, se te quedó prendado en el corazón; y luego Marcelo, el niño que llegó once meses después... y ese aroma conocido y familiar, de pañales hervidos que se dejaban blanquear en una olla, te inundó la casa.

Los chicos crecían y las picardías de orinar en los zapatos de papá porque no había tiempo de pedirle a mamá... de esparcir fideos por la cocina imitando a Lidia cuando hacía la sopa o el cacao manchando la ropa, te hacían reír, viendo cómo tu nena grande, limpiando aquí y allá, trajinaba de nuevo en la casa.

Tu hija menor ya incursionaba en la secundaria... tus días pasaban y conforme lo hacían, te descubrían cansada, decidiste entonces tomarte unas vacaciones. Acompañada de tus padres viajaste a Mendoza, y allí encontraste el clima que otrora, en tu país lejano, perdido en tu mente, tuviste en la piel... cuando allá en el campo, sembrando y cosechando, soñabas con formar un hogar felíz.

Te sorprendiste un día pensando en mudarte, no te pareció mala la idea pero era riesgoza... partir con todo y dejar un poco tu cansancio y tu lucha a brazo partido con la vida.

Nuevamente en un Octubre hermoso irrumpió en tu vida el tercer nieto, Martín Eduardo sería el mimado juguete de los hermanos y de los mayores. Y no preguntaste nada, no te cuestionaste tu edad ni la felicidad, la aceptabas rozagante de alegría, contenta... chochera de abuela, que le dicen.

Tus dos hijas sin que nada supieras, hicieron un pacto silente que dictaminó tu mudanza, y así una vez más pensando seguramente, qué habría dicho Joaquín... cambiaste tu casa, tu patio sembrado de flores, arvejas y damazcos... ese Comodoro Rivadavia que no te preguntó de dónde venías y hacia dónde ibas, cuando años atrás llegabas en un barco de tercera clase, envolviendo ropas, recuerdos y sueños... cambiaste aquello por una selva de asfalto y de cemento...

Te costó empezar de nuevo en la extraña ciudad, pero siempre firme, orgullosa María, colocaste en tu casa nuevita un kiosco pequeño, lleno de golosinas para endulzar tu vida.

Tu simpatía y tu acento extraño, medio castellano y medio portugués, fue cobrando clientes que pedían fiado y otros que al contado pagaban sus vicios, y entre compra y compra te iban contando su pequeña historia.

-Doña María, me fía un atado?. Mañana le pago...- . Y Doña María, kiosquera de ley, les daba fiado una y otra vez...

Tiempo después Facundo vendría a renovarte las ganas. El cuarto varoncito de Lidia. Qué dichoso sería Joaquín si viviera, él siempre deseó un hijo varón...

Ya ves María, María mamá... hace algunos años llegaste a Argentina, cargando tus sueños, dejando recuerdos... pasaste estos años sembrando canteros con flores azules, rosadas y rojas; cosechando nietos, cosechando como en Portugal... amor y ternura, tristezas y llanto, extrañando a tu amor de ayer... a tu querido Joaquín.

Y vos, María mamá, me diste la vida, crecí a tu lado sembrando tus risas, crecí a tu lado junto al amor de tus labios, la ternura de tus manos y el sabor amargo que aún conservo en la boca... porque a papá Joaquín lo conocí a través de tí.

Y a vos, ternura pura, inocente amor, que cambió mis pañales sucios, que limpió mi boca y educó mi mente... a vos María mamá, te contaré la historia de una campesina linda que, mientras sembraba soñaba con ser.... una simple modista.









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